viernes, 3 de abril de 2009

Eco, lejía y mierda



El otro día me di cuenta de que las vías de una ciudad son como las venas del cuerpo humano. Una conclusión o una metáfora a la que debí llegar mientras estudiaba biología de noveno y no durante este momento cuando lo único que estudio es la manera de atravesar el pasillo del autobús hasta la puerta trasera. Abrirme paso entre bolsos y caras de bolsa que no se sienten a gusto con el hecho de que deba, quiera y me dé la maldita gana de bajarme en una parada en la cual no se baja casi nadie. Se molestan; los retraso.
Me sabe a culo.
Ya casi logro llegar a la salida y, mientras tanto, alguien aprovecha la inmovilidad del transporte colectivo para lanzar por la ventanilla una botella vacía de Smirnoff Ice. Suena a cristal roto y pienso: Coño vale, qué arrechera. Pero no digo nada; me da como cosa. Quien lanzó el recipiente forma parte de una patota de obreros contentos y alborotados porque es viernes, porque terminaron la jornada laboral, porque tienen platica en el bolsillo y porque nadie les dice nada cuando se sientan todos en la última fila y se ríen y se burlan y eructan y cuentan en voz alta por qué Maribel es una puta y lanzan la botella de Smirnoff Ice por la última ventanilla del autobús del Sr. Macario. Capaz los tipos creen que le sale herpes genital si sostienen la botella vacía hasta que se bajen y consigan un sitio apropiado para botarla. Tienen razón, en esas condiciones ni siquiera Maribel se los va querer cojer.
Tiremos toda mierda por la ventana. No al herpes genital; sí al sexo con putas.
El chofer tenía cara de Macario y a Maribel me la imagino morena, culona y con los dientes torcidos. El autobús arranca y yo me quedo en la parada donde no se baja casi nadie acompañada por un montón de vidrios rotos y una papelera que algún día fué papelera, pero que ahora no tiene culo [al contrario de Maribel] y no ejerce la función de papelera. Es como una reinterpretación del aro de básquet, así obreros, ejecutivos, amas de casa y estudiantes podrán lanzar todos los desechos que quieran en esta papelera que no se llena nunca y que además te permite probar tu puntería. Premio de consolación: encestes o no, siempre estarás contribuyendo al incremento de la mierda en el mundo. Qué depinga.
Nos estamos hundiendo en la mierda y no sé si es que no nos damos cuenta o es que lo disfrutamos. Prefiero pensar que lo disfrutamos porque si la vaina es que no nos damos cuenta entonces además de cerdos somos unos ignorantes de mierda. Es decir, unos cerdos ignorantes de mierda. Cochinos que ignoran que se revuelcan en la mierda porque no saben que la mierda es mierda y que en el mundo hay millones de cosas más satisfactorias que revolcarse en la mierda.
Nos estamos hundiendo en la mierda, no lo sabemos y lo disfrutamos al mismo tiempo. Bien depinga.
Los dioses deben estar locos si es que de verdad existen porque si yo fuera dios ya hubiera acabado con todo esto: pam pam, apocalipsis, un descanso de mil millones de años y después una semillita para que todo comience de nuevo. A ver si así esta gente aprende a botar la botella de Smirnoff Ice en la papelera y a ver si el negligente infeliz encargado del Ministerio del Ambiente suple a esta ciudad con papeleras con culo. Papeleras Maribel.
Queremos un mundo lleno de Papeleras Maribel.
Me deprimo, me arrecho, me calmo y retomo mis pensamientos anteriores al episodio de la botella.
Los automóviles son como células que llevan y traen información. No sé de qué tipo, pero de seguro debe ser algo muy importante que no puede esperar; motivos impostergables para rodar de aquí para allá, a la misma hora y por el mismo carril que usan los cientos de miles de células cargadas con información importantísima. Cada célula cree, es más, cada célula está completamente segura de que la información que lleva es mucho más relevante que la información que transportan las otras células. Ninguna célula de paso, todas las células aceleran, todas las células se comen el verde y todas las células terminan inmóviles en un colpaso gigante de cientos de células cargadas de información súper importante.
Las células comienzan a impacientarse, a suspirar, a maldecir y a pegarle al volante. Las células se obstinan, se tensan y se estresan. Las células no se sienten a gusto y buscan algo de distracción y esparcimiento; creen que lo conseguiran en la radio: Por un lado se escuchan noticias de un futuro apocalíptico y por el otro un micro de salud asegura que el stress causa cáncer. Las células se estresan más y cambian la emisora. Lo que se oye es una música monorítmica y monotemática que incita al sexo con putas morenas, culonas y de dientes torcidos. Mucho mejor, el momento de relajación dura unos dos minutos con treinta / El tamaño del daño cerebral es irreversible.
Mientras pasa todo esto, las células dentro de las células imitan exactamente la situación de las células de afuera: aceleran, mentan la madre, lanzan botellas, se revuelcan en la mierda, se stressan, escuchan reguetón y hacen del ser humano en el que habitan una fuente inagotable de infelicidad. Mis amigos budistas se referirian a esto como Oscuridad Fundamental. En la radio lo llaman Cáncer.
El otro día me echaron el cuento de un tipo que se suicidó en la cola antes del Túnel de La Trinidad. El pana sacó un arma de la guantera y se metió un tiro en la cabeza, algo equivalente a lanzarse al metro si se piensa en cómo se colapsa [más] el sistema. Ganas de joderle [más] la existencia al resto. La tipa que lo vio se estresó tanto que le dio cáncer y el hermano del fallecido se deprimió tanto que pasó una noche entera rodando por la ciudad, maldiciendo y lanzando por la ventana botellas vacías de Smirnoff Ice.