viernes, 15 de enero de 2010

Pajaritos preñados


No me gustan las hojuelas que no crujen ni la sensación de escalofríos en las muelas. Prefiero caminar kilómetros que permanecer horas enteras encerrada y estancada en el tráfico que ya no respeta las horas pico. Me gustaría que el mundo fuera más verde y quisiera algo más de azul cuando miro hacia el horizonte y no consigo ni la mar ni la piscina donde a los perros de Ariana les gusta chapotear.

Si hace calor, no me quejo. Tampoco lo hago si llueve o si hace frío o si está fresco o si caen pedazos de hielo desde un cielo que se rebeló y que ahora hace lo que le da la gana. Bien por él, es una ladilla seguir las reglas, sobre todo en un mundo lleno de miserables que no lo respetan ni a él, ni a la tierra, ni al agua, ni al fuego. Entonces, que no se quejen cuando truene, ni cuando se les queme el autoestima. Yo me quemo las neuronas por voluntad propia porque creo que, algunas veces, es mejor dejar de pensar para comenzar a estar.

Antes de pensar hay que estar. Sabias palabras.

La loca no está loca, pero la tienen encerrada, medicada, amarrada, olvidada y echando espuma por la boca en un cuarto de paredes acolchadas porque alguna vez comenzó a hablar en código y ya nadie le entendió; porque comenzó a creer que Jesucristo era un extraterrestre, que a la Virgen María la inseminaron artificialmente y que la estrella de Belén era una maldita nave espacial.

Yo no creo en la iglesia, pero a la loca le compro su libro si es que alguna vez la dejan usar un lápiz. Los objetos filosos le son prohibidos así como deberían prohibirle a la humanidad entera la difusión de música monorítmica que sólo incita al sexo con putas y el consumo indiscriminado de productos y servicios que satisfacen necesidades inventadas por quienes manejan esta inmensa granja de borregos.

Yo no sigo a nadie, pero admiro a muchos y creo en la libertad de una búsqueda individual que logre algún día ensamblarse con la de otros. Que todos debemos unirnos, que todos nos tomemos de las manos - A estas alturas eso es pura mierda. Si cada quien como individuo no es capaz de saber qué coño es lo que le hace feliz ¿Cómo hacerlo en conjunto? Si cada individuo de esta sociedad putrefacta no puede sentirse pleno sin joder al otro, sin copiar al otro y sin meterle el dedo en el orto al planeta que lo acoge, entonces la culpa la tiene Chávez. Pura mierda. La búsqueda es individual, la lucha es individual y la política [con cada una de sus aristas] me la paso por el culo.

Yo no sigo a nadie, pero admiro a muchos y creo en la libertad de una búsqueda individual que logre algún día ensamblarse con la de otros.

Me gusta mirar el cielo y aullarle a la luna llena. No tengo la valentía para saltar de la roca al río, pero espero que algún día pueda hacerlo. Me gusta estar sobria, reposar en tu pecho y olvidarme de todo. No saber quién soy ni hacia donde vamos, pero sobre todo me gusta re-encontrar en tus ojos el significado de mi existencia y el coraje para vivirla...

jueves, 14 de enero de 2010

Ni la luna lo escucha



Se siente solo, pero siempre sonríe. Su pulcritud esconde la podrición de su alma y entre tanto y tanto le gusta embadurnarse en aceite Menen para bebés. Por eso aveces se le ve brillante aunque no haga tanto calor, por eso nunca estrecha la mano de quien acaba de conocer. Todo se le resbala, hasta la serenidad que se requiere cuando se hace fila en el banco, cuando se espera el verde del semáforo o cuando se leen las instrucciones en el reverso de algún empaque.

Le gusta el color verde olivo, tiene más de 41 años y nunca ha conocido la tristeza de un amor que ya se ha ido. Nunca ha amado y su madre lo victimiza cada vez que él intenta encontrar explicación a su desgraciada existencia: Eres demasiado bueno para mujer alguna.

Sus pasos no dejan huella y en sus ojos no hay reflejo, sólo vacío.

Siempre sonríe, pero ya nadie le cree a sus dientes, no por amarillos y deformes, sino por tensos... Por apretados.

Apretados como su corbata de lazo fucsia, como sus cordones marrones y delgados y como sus puños venosos que sólo sirven para llevar comida a su boca y maldiciones al viento.